En el enfrentamiento final, Seiya descubre el punto débil de Shiryū y aprovecha esta ventaja para asestarle un tremendo golpe en el pecho, a la altura del corazón que lo arroja fuera del ring y lo deja prácticamente muerto. Haciendo uso de sus últimas energías y ayudado por Hyōga y Shun, Seiya le asesta un golpe en la espalda al Dragón, a la altura del corazón, de similar fuerza al primer golpe, para que éste vuelva a latir, salvando de esta manera, al moribundo Shiryū. Con esta acción Seiya, se gana el respeto y la admiración de los demás Caballeros.